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A modo de jardín zen en Tajueco

14 julio, 2012

Paseo por Tajueco y veo dos tierras aradas, la primera de ellas cerquita de las viejas escuelas, y no puedo p0r menos que encontrar una analogía con esos juegos de arar la arena blanca simulando jardínes zen. Busco referencias en internet y me encuentro con este Canto a la Naturaleza en la filosofía Zen: «A medida que avanzo con quietud, percibo el aroma de la tierra, pequeñas plantas aun sin nacer viven dentro de la simetría de la naturaleza, Yo me deslizo entre ellas con reverencia y planto mi espíritu en surcos de silencio».



Y sigo leyendo: «El Jardín Zen representa el camino de la vida, constantemente lleno de cambios, diversos surcos, altas y bajas, tropiezos y obstáculos, brillo y oscuridad, sombra y luz».

Y sobre el juego en sí leo: «El Jardín Zen nos permite descansar a nuestra mente, concentrarla en un solo punto, tranquilizar la ansiedad, la angustia y los miedos. Podemos cambiar su forma infinidad de veces, retirando las rocas, alisando la arena, colocando nuevamente los elementos, y trazando los surcos que representaran nuevas oportunidades para continuar en nuestro sendero. Resulta muy ameno, cautivante, relajante. Resulta ser una herramienta de terapia, al mismo tiempo que es una expresion profunda de nuestro arte. Nos da la oportunidad de renovarnos con cada experiencia. El Jardín Zen es un reflejo de nuestro Jardín Interior, en la búsqueda de la imagen del equilibrio, la armonía y la paz interna».

¡Que pena no tener a Alan Watts al lado mientras paseo por los caminos y las tierras de Tajueco! Pero tengo al menos algunos de sus libros en mi amplia biblioteca de Tajueco… Prometo leerle al menos durante una hora hoy mismo…

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